lunes, 19 de septiembre de 2011
Henri de Toulouse Lautrec
Desde pequeño, Henri mostró cierta habilidad en el dibujo, una afición que había podido ver en casa gracias a su padre y su tío, que eran artistas aficionados. En 1882 Toulouse-Lautrec tomó la decisión de asistir a las clases del académico Bonnant, el cual –dominado por sus estrictas convicciones formales- no le aceptó en la École de Beaux-Arts de París. Continuó su formación en el estudio de Cormon, menos académico, donde conoció a Van Gogh. Este lo introdujo en el círculo de los pintores impresionistas y postimpresionistas.
Entre 1883 y 1884 Toulouse-Lautrec se instaló en París en un pequeño estudio el barrio de Montmartre. Allí comenzó la época más prolífica del artista. Sus experimentaciones lo llevaron a mezclar todo tipo de técnicas, independientemente de que se tratara de óleo, pastel o tinta cina; además, en muchas ocasiones dejaba el soporte a la vista, como en el caso de los cartones y las maderas. Con todo ello conseguía interesantes efectos plásticos. En 1887 participó en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Toulouse y en una exposición el grupo Lex Vingt, en Bruselas, en la que recibió una buena crítica. En 1889 expuso en el Salón de los Independientes de París, certamen en el que participó hasta 1894. A ello se sumó un gran número de exposiciones individuales y colectivas. También realizó ilustraciones para diversos periódicos y carteles para famosos cabarets, destacando por sus pinturas, dibujos y litografías de espectáculos de la farándula y el ambiente bohemio de la ciudad. El Moulin Rouge, el Chat-Noir, el Mirliton y el-Moulin-de-la-Galette, sin olvidar el Circo Fernando, eran sólo algunos de los locales que frecuentaba. La devastadora vida nocturna lo aficionó a la bebida. A partir de 1891, debido a la soledad que sentía por la ruptura con Jane Avril, se instaló en burdeles, donde se conectó con el ambiente marginal de París, ganándose la confianza de las prostitutas hasta el punto que éstas se dejaban retratar desnudas por él sin ningún problema.
Sus abusos alcohólicos lo condujeron a sufrir delirium tremers en diversas ocasiones, lo que hacía que se sintiera amenazado y perseguido. Su depresión le acarreó una grave crisis hacia 1899, y fue internado durante 11 meses en la lujosa clínica Madrid de Neuilly para ser desintoxicado. Gracias a las pinturas que realizó en el hospital, de tonalidades más oscuras que las anteriores, consiguió ganarse la confianza de los médicos para ser dado de alta. Más adelante, su precaria salud, lo llevó a refugiarse en el castillo de Malromé, su hogar familiar, atendido por su madre, que siempre lo había protegido de un modo muy especial. El 9 de noviembre de 1901, cuando faltaban pocos días para que cumpliera 37 años, Toulouse-Lautrec falleció en brazos de su madre y ante la presencia de otros familiares.
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